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La agricultura sostenible como herramienta para reducir la contaminación

Actualizado: 22 sept 2023

Una parte significativa de las emisiones de CO₂ son causadas por la agricultura y la producción de alimentos, ambas necesarias para la supervivencia humana. Según el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC), la agricultura y los alimentos son responsables de aproximadamente el 21% de las emisiones globales de GEI.



Incluso uno de los trabajos más antiguos de la historia, la agricultura, necesita investigar métodos sostenibles de producción para abordar el mayor problema al que nos enfrentamos: la contaminación. La agricultura sostenible es una de las principales soluciones.


El objetivo de la agricultura sostenible es producir alimentos de manera ética y a largo plazo, sin dañar de ningún modo el medio ambiente ni agotar los recursos naturales. La rotación de cultivos, el uso de métodos de cultivo que requieren menos pesticidas y fertilizantes, y la incorporación de cultivos y animales para aumentar la fertilidad del suelo son algunas de las prácticas de agricultura sostenible. Es posible conseguir estos objetivos protegiendo el suelo, reduciendo el consumo de agua, apostando por la biodiversidad y el bienestar de los animales, y haciendo una apuesta social por el capital humano y la economía local.



Sin embargo, esto no se queda aquí, ya que otra de las soluciones sería la producción de alimentos orgánicos. No se utilizan fertilizantes químicos ni pesticidas en la producción de alimentos orgánicos, lo que reduce la contaminación del suelo y el agua. Además, la biodiversidad y la salud del suelo pueden beneficiarse de la producción de alimentos orgánicos. Se puede tratar de productos vegetales, animales o derivados. Hoy en día ya hay más de 1000 empresas españolas encargadas de producir alimentos orgánicos, minimizando al máximo el efecto que su producción tiene en nuestro planeta.


La producción de alimentos orgánicos o la práctica del cultivo orgánico incluye acciones como el uso de residuos vegetales dejados en los campos o estiércol del ganado para mejorar la calidad del suelo, la rotación de plantas para conseguir mantener una calidad óptima del suelo e interrumpir posibles plagas o enfermedades, cultivar productos que impidan la erosión del suelo cuando las parcelas de tierra no están en uso, entre otros.



No obstante, el desperdicio de alimentos es uno de los factores que eleva las emisiones de CO₂. Se estima que cerca de un tercio de los alimentos producidos en todo el mundo se desperdicia, constituyendo un desperdicio de recursos naturales como agua, tierra y energía, que se usan para producir los alimentos. Además, el deterioro de los alimentos libera gases de efecto invernadero como el metano que afectan a la salud del planeta.


Comprar solo lo necesario, almacenar adecuadamente los alimentos y reutilizar las sobras son formas importantes de reducir el desperdicio de alimentos. También se pueden promover soluciones a nivel comercial, como donar alimentos no vendidos a una buena causa o usar tecnología para conservar alimentos para aumentar su vida útil.


Definitivamente, es crucial reducir la huella de carbono de los alimentos, dado que la producción de estos alimentos genera cantidades desproporcionadas de emisiones de gases, siendo la producción de carne y lácteos de lo más contaminante. Hay opciones que pueden ayudarnos a consumir de manera más responsable y sostenible, como comprar alimentos de producción local o cambiar nuestra alimentación.


Si bien la producción de alimentos y la agricultura representan una parte considerable de las emisiones de CO₂, existen soluciones sostenibles que pueden disminuir este impacto. Está en manos de la sociedad empezar un cambio de vida que nos ayude a hacer de nuestro planeta un lugar habitable en 10 años.


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